Cómo agarrar con tu Hara

por Yasunari Kitaura
   
Es posible que no haya nada más concreto que coger firmemente alguna cosa con tus manos. Pero, para que esta acción sea realmente concreta, ha de ser hecha por y con tu HARA. En la acción de tener algo cogido con tus manos están ocurriendo dos cosas de diferente naturaleza:
   
La primera, la intención de poseer, de hacer suyo, de dominar o apoderarse como dicen los ingleses (to get hold of).
La segunda es la reacción natural al riesgo de que se te caiga el objeto cogido. En este último caso, con cuanta más fuerza está la mano cerrada, la sensación de tener una cosa extraña, que no nos pertenece, será mayor. En este sentido, la mano, o por defecto más generalmente hablando, el cuerpo, está obligado a tomar contacto  con el otro como un objeto, el cual es extraño a sí mismo.

La objetividad es inevitable. Nunca ocurre una identificación, si la identificación ocurriera, siempre sería en un nivel emocional, como en los campos de la poesía, de la música y también de los recuerdos sentimentales. En el nivel de la acción es un tabú.

Lo que he dicho sobre el cuerpo se puede aplicar a con más claridad sobre la percepción de la mente. Los ojos capturan una visión global de lo que han visto. El funcionamiento de la vista consiste en negar la confusión inicial que se crea al identificar un objeto y transformarlo en una visión cada vez más nítida.

Cuando una persona piensa, es consciente de que está pensando acerca de alguna cosa, si es objetiva, el pensamiento se vuelve claro y nítido. Si esta objetivación es confusa y prematura, es decir, con otras palabras, mientras la idea no es suficientemente nítida y pura, la labor del pensamiento no está cumplida. Y uno tiene que buscar un concepto más adecuado. Por otro lado, la persona no comparte sus pensamientos inconscientes con nadie, porque una vez los ha compartido, la mente se vuelve objetiva, ha dejado de ser el sujeto que reflexiona.

Este mecanismo de la mente no lo podemos comprobar de una manera directa e inmediata como lo habría hecho René Descartes (Filósofo francés del siglo XVII). Lo que sí podemos comprobar con claridad es únicamente el objeto y su concepción, su manera de ser y el rastro de su movimiento.

En dos palabras, el cuerpo, la vista y el pensamiento atrapan al otro, cada uno en su sentido respectivo. Pero siempre como un objeto. Todos sin excepciones actúan como un sujeto hacia un objeto, extraño a sí mismo.

Diferente a aquello, el HARA toma contacto con el otro a través de una identificación íntima. Solamente por la vía de la identificación el HARA puede atrapar al otro. Él puede percibir al otro, de manera que mientras no haya ninguna identificación, el otro no existe para él; pero, y parece paradójico, el objeto identificado por el HARA, está al mismo tiempo claramente detectado y reconocido como tal por el HARA. Y la real integración o unificación sólo puede ser culminada por esta peculiar facultad del HARA. Así, un hecho tan concreto como coger una cosa con tus manos está sustentado en realidad por una entidad abstracta llamada HARA.
HARA, bien que situado en el abdomen, no es ni un órgano, ni nada del cuerpo; su existencia es pura fantasía desde el punto de vista anatómico. Pero en la acción que nos interesa, en el mismo sentido de nuestra existencia y vida, no solamente es real sino esencial y vital. El HARA se vuelve el corazón de nuestras existencias, nos hace capaces de ser, de vivir la realidad de nuestras vidas, podemos integrarnos en nuestro universo sin ser desintegrado por él. A parte, como acabo de decir, con el HARA podemos tomar un contacto real con el otro, lo cual tendría que ser imposible. 

HARA bien que profundamente anclado en el cuerpo, no es parte del cuerpo y,  por tanto, no puede atrapar al otro por una contracción muscular ni con un movimiento de huesos como con una mano. En lugar de eso, el HARA absorbe dominando el objeto.
En consecuencia, el HARA atrapa al “otro” a través de la acción  de coger con las manos, invirtiendo así completamente la situación, pero diferente a la vista y la mente, HARA no paraliza al otro, no atrapa cosas estáticas.
Al contrario, HARA captura al “otro” en un libre flujo, en un constante movimiento oscilatorio; porque el HARA es por sí solo esencialmente dinámico y vital. Diferente a las manos y a la vista, pero semejante a la mente. El HARA puede eliminar las distancias y tomar contacto con el “otro” alejado de él con una inmediata claridad. 

El HARA cuidadosamente guardado en la profundidad del abdomen es llamado también: KIKAITANDEN, la inmensa mar del KI. La palpitación, la respiración y comunicación del Kikataiden con el entorno animado o inanimado, compone nuestras vidas en sus múltiples manifestaciones.
En mi opinión, uno de los aspectos más atractivos e interesantes del Aikido, reside en el hecho de que podemos personalmente experimentar, realizar y elaborar todo eso. Que a primera vista parece una idea completamente irracional e imaginaria, pero que es una realidad concreta, rigurosa y detallada.

Con la práctica del Aikido, utilizando nuestro cuerpo y mente y los del oponente en la vida real y no solo en un espacio geométrico, llegaremos a dominar con nuestro HARA, con claridad y contundencia, repitiendo siempre, corrigiendo sin parar, si es necesario, cada vez de una manera más sutil y profunda.

Madrid 2006.

Texto: YASUNARI KITAURA.